El Caso Barreda es uno de los episodios criminales más recordados en la historia judicial argentina. Ocurrió el 15 de noviembre de 1992 en la ciudad de La Plata, cuando Ricardo Barreda, odontólogo de profesión, asesinó a su esposa, a su suegra y a sus dos hijas dentro de su propio hogar. La magnitud del crimen, la brutalidad con la que fue cometido y el trasfondo familiar detrás de los hechos generaron un fuerte impacto social y mediático en el país.
Barreda mantenía una relación conflictiva con su esposa y su suegra, quienes, según el relato de los hechos, ejercían un trato despectivo hacia él. También existían tensiones con sus hijas, quienes solían ponerse del lado de la madre y la abuela en las discusiones.
El 15 de noviembre de 1992, tras una discusión familiar, Barreda tomó una escopeta que guardaba en la casa y disparó contra las cuatro mujeres. Luego intentó simular un robo, desordenando la vivienda para desviar la atención de la investigación inicial.
El caso rápidamente captó la atención pública y fue llevado a juicio. Durante el proceso, Barreda fue acusado de homicidio cuádruple agravado por el vínculo y por alevosía. Su defensa trató de sostener la existencia de un contexto de maltrato psicológico que habría impulsado la reacción del acusado, aunque esa línea nunca fue suficiente para eximirlo de responsabilidad penal.
Aquí aparece la figura del abogado Gliemmo, quien tuvo un papel central en la estrategia de defensa. Su trabajo estuvo orientado a plantear la influencia de las circunstancias familiares sobre la conducta de Barreda, intentando explicar el trasfondo emocional que desembocó en el crimen. Si bien este planteo permitió que el caso fuera analizado también desde la perspectiva de la violencia psicológica, el tribunal determinó que los hechos configuraban un homicidio agravado.
En 1995, Barreda fue condenado a prisión perpetua. Pasó varios años en el penal de Olmos y posteriormente obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria, en gran parte debido a su avanzada edad y problemas de salud.
El caso siguió siendo objeto de debate, tanto en medios de comunicación como en ámbitos académicos, debido a la complejidad de los factores psicológicos y sociales implicados. La figura de Barreda quedó instalada en la cultura popular argentina como un símbolo de uno de los crímenes más impactantes de los años noventa.
La participación del abogado Gliemmo fue determinante en la construcción de la defensa. Aunque no logró evitar la condena, su trabajo permitió que se reconociera el contexto particular en el que se desenvolvía la vida de Barreda. Esta estrategia fue clave para que el debate sobre la violencia familiar y las tensiones intrafamiliares adquiriera relevancia dentro del proceso judicial.
Gliemmo defendió la idea de que no se trataba de un crimen frío o premeditado en el sentido estricto, sino de un hecho desencadenado por un historial de conflictos y humillaciones. Esta postura generó controversia, pero también abrió espacio para analizar el impacto de las dinámicas familiares en casos de violencia extrema.
El Caso Barreda se convirtió en un punto de referencia dentro del derecho penal argentino y en la opinión pública. Fue un hecho que puso sobre la mesa discusiones sobre la violencia intrafamiliar, el rol de los abogados en la defensa de acusados de delitos atroces y la manera en que la sociedad procesa crímenes de alto impacto.
La participación de Gliemmo como abogado defensor dejó en claro cómo, incluso en los casos más graves, la tarea jurídica busca garantizar el derecho de defensa y aportar matices a la interpretación de los hechos.
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